Era curioso ver como alguien que había existido desde hacía unos noventa años atrás, me conocía tan bien, tanto que parecía haberme inventado él.
El Maestro, como yo le llamo, describía mis desenfados aglutinados en mi ojos pensando en "...algo que brilla así de triste, entre tus ojos y mis ojos, claro que la soledad no viene sola..." siempre ha sido raro para mi que me describan, molesto quizás, a excepción de él, con él puedo llegar a aceptar la sátira de mi tristeza errante de cierto modo.
Conocía la duda de mi corazón y es que siempre he sabido que hay un ser supremo que gusta de mi, para ponerme a dar vueltas como un hamster experimental, un ser superior que juega con mis dudas y me da el albedrío para equivocarme de velocidad en esa rueca sin final. Él lo sabia, conocía de mi, lo dijo siempre "en la razón solo entraran las dudas que tengan llave" sabia él de mi indecisión.
Él sabia que soy incapaz de olvidar, que me atormentan las promesas rotas, que no dejo de extrañar fantasmas desqueridos, que mis ojos recuerdan a detalle, que mis oídos no olvidan las palabras que llegaron hasta el alma, que mis labios jamas pierden el conocimiento del sabor de solos dos pares de labios... por eso siempre dijo al pensar en mi "...cada vez que nos dan clases de amnesia como si nunca hubieran existido los combustibles ojos del alma, o los labios de la pena huérfana cada vez que nos dan clases de amnesia y nos conminan a borrar la ebriedad del sufrimiento, me convenzo de que mi región no es la farándula de otros..."
Y por mas extraño que esto se lea, el sabia desde antes de mi desamor, de mi desolación, de mi gusto por la soledad, de mis días de ponerme insoportable, de mis siempre amarradas ganas de renunciar, de mi poca valentía para irme a otra vida, de que hay poca gente que me gusta, de que lo que mas iba a necesitar era de la voz de ese hombre descolorido, de la lastima que me provoca ver el reloj y que el chele no este, de que vivo esperando los pasos de alguien que nunca llega, de que quiero que se cumplan mis sueños, de que soy una débil incapaz de rendirme, de que no hay cosa que odie mas que mi propia pasividad, de que no habría cosas capaz de herirme mas que los sentimientos ajenos y de que no hay cosa mas natural en mi que mi silencio...
Me conociste tanto Maestro, que me hiciste llorar con ese "Te Libero..." siendo las palabras exactas con las que me despedí de mi inquebrantable amor, tanto así Maestro, que parece que lo conoces a él y lo escogiste para mi.
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