Siempre he sido reacia a la mañana, desde el primero de mis ingenuos días me mostré indiferente al sabor del amanecer, a la salida del sol queriendo hacerme creer que el desarrollo de mi día es a esas horas irreal. La mañana siempre fue cansada, molesta, engorrosa, aleccionadora, la parte del día en que debo esforzarme para quizás al caer la tarde conseguir descansar, no es la etapa propicia para detenerme, sino el momento justo para impulsarme hacia arriba, sin detenerse. El medio día a diferencia es un momento en el que te podes sentar, detenerte y observar es donde se puede aun cambiar lo que en la mañana se hizo mal, es ese momento justo en que se puede elegir un camino u otro, como el momento de una segunda oportunidad, el tiempo de elegir con madures. Y la tarde, la bendita tarde es el tiempo para dejar caer el resto de lo que eres, para sentarte a esperar que la vida te sorprenda... con mucho, con poco o nada, cuando sea el destino o suerte de cada quien el que premie o ale
A un millón de años luz de casa... Intensa, lúcida, lúdica e irreverente. Locutora de radio, comunicadora social por placer, fotógrafa de cumpleaños y por emergencia, runner y lectora compulsiva.