Siempre he sido reacia a la mañana, desde el primero de mis ingenuos días me mostré indiferente al sabor del amanecer, a la salida del sol queriendo hacerme creer que el desarrollo de mi día es a esas horas irreal. La mañana siempre fue cansada, molesta, engorrosa, aleccionadora, la parte del día en que debo esforzarme para quizás al caer la tarde conseguir descansar, no es la etapa propicia para detenerme, sino el momento justo para impulsarme hacia arriba, sin detenerse.El medio día a diferencia es un momento en el que te podes sentar, detenerte y observar es donde se puede aun cambiar lo que en la mañana se hizo mal, es ese momento justo en que se puede elegir un camino u otro, como el momento de una segunda oportunidad, el tiempo de elegir con madures. Y la tarde, la bendita tarde es el tiempo para dejar caer el resto de lo que eres, para sentarte a esperar que la vida te sorprenda... con mucho, con poco o nada, cuando sea el destino o suerte de cada quien el que premie o aleccione llevando las cosas en su momento adecuado. De la noche y su oscuridad, sabemos de sobra y nada más puedo decir.
Hoy somos más que uno y por eso se que valió la pena dejar pasar el día y aguantar la espera. Por eso si por algo me gusta estar en tu vida en este
tiempo, que es tu tiempo, es porque es cuando te estas dejando sorprender,
ayudar, resucitar, remover, añorar, corresponder, analizar e incluso te estas
dejando sobornar por la vida, quien te premia o te destruye a su antojo, quien
te escandaliza o te calma, quien te inmortaliza y enamora... de tu destino y de
mi.
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