La noche comenzó su habitual llanto, llanto que marcaba mi rumbo hacia mi solitaria
mi vida; vida que no había sido la mejor pero tampoco la peor a ciencia cierta, porque
si de certeza se trataba la tenia sabiendo que nada en este mundo era eterno ni la felicidad,
ni la tristeza que me embargaba... esa historia que una y otra vez se contaba.
Mi historia, la historia de mi vida se lograba traducir en un viene y va; no eran mas que
dos pasos adelante y diez de regreso hacia atrás. Yo podía traducirme como un sube y
baja emocional, una ruleta rusa en la que cualquier cosa podría pasar.
Azules eran los días en que volaba por los cielos y grises aquellos en que arrastraba los pies
directo a escribir mi tragicomedia como hoy. Era una bohemia sin vocación, todo lo que sabia
lo había aprendido de un lado o de otro sin tener nada nato en mi... Un talento diferente, algo
que me hiciese especial.
Quise cantar, pero mi voz no se escucho. Quise hacer reír, pero comenzaba a llorar.
Quise escribir y mis letras el viento se llevo. Quise pintar pero el lienzo mi vida, mostró.
Quise escuchar y tampoco pude. Quise querer y hasta eso se me nego.
Como repito, no era mas que la vida triste de un payaso que solo aprendió a llorar. Esta
vida era una triste payasada;
una sonata que no tenia igual porque aunque existiera, jamas
la iba a encontrar.
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