Justamente por esas cosas que sabes y que esperas que pasen, muchos vamos por la vida creyéndonos reyes y reinas de nuestros destinos, viviendo sin pensar en el que dirán porque al final, cuando morimos todos fuimos buenas personas para los demás. Es por eso mismo que creo que hasta las causas más tristes traen en si mismo su consuelo y nos obligan a vivir, a disfrutar cada minuto, a dejar de pensar en que estamos gordos mientras se nos cae la baba viendo un postre, porque sabemos que el tiempo es una carrera con plazo que se va a llegar, queramos o no y lo único que tenemos seguro es lo que hemos vivido y disfrutado.
La fatalidad es eso, una sentencia de vida para quien sabe lo que quiere, para quien no tiene miedo de vivir el día a día como un regalo maravilloso, como una dádiva del destino que nos permite enfocarnos en lo que realmente importa, como el pase libre del destino para hacer lo que queremos, simple y llanamente porque nos nace hacerlo. Es ese permiso de amar a quien queramos, de comer lo que deseamos, de reír, de llorar, de ser felices sin razón ni causa, de vivir nuestras locuras con satisfacción, de no negarnos a disfrutar de esos instantes de perfección.
Lo importante de las sentencias de vida es que aprendemos a amar sin egoísmos y creo que esa es la lección más valiosa, que podemos ganar cuando vamos perdiendo, cuando tenemos todo en contra porque sabemos que el plazo es corto y anhelamos felicidad, paz, amor, plenitud para cualquier persona con la que tuvimos la fortuna de tropezar. Porque el accidente en el cual nos encontramos nos ayuda a entender lo importantes que son los buenos recuerdos, las huellas marcadas a fuego de besos sobre la piel, porque la broma del destino nos enseña a ver mucho más allá de nuestros deseos personales, eso es lo maravilloso de la sentencia de vida, que cambia lo que somos para mejor, que purifica nuestros deseos y que lo que sentimos se vuelve real, más allá de cualquier tristeza, más allá de la conclusión de nuestros destinos, hay una paz formidable de saber que los seres que amamos van a estar bien.
Porque eso es una sentencia de vida, el derecho ineludible de hacer de nuestros días algo maravilloso, un recuerdo perdurable, hacer por nosotros lo mejor que podamos con el tiempo que tenemos, pero sobre todo, un recordatorio constante de que lo único que realmente necesitamos es ser felices, aunque sea por joder.
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