¿Cómo se vence la probabilidad cuando es una contra un millón?
A la mañana siguiente me levanté desbordando de felicidad, el punto más alto de la montaña de mis sentimientos, la felicidad inigualable y la seguridad absoluta de que todo iba a salir bien, que esta vez si íbamos a conseguirlo, que nada nos podría salir mal pero, ¿quién puede luchar contra las probabilidades?
Me di cuenta cuando la euforia bajó, que me encontraba en el famoso "pico", ese mismo que algunas personas en estado de coma presentan justo antes de que todo empeore y se vaya abajo. El enfermo despierta del coma, sonríe, es feliz, comparte con otros filosofías sobre la vida, es optimista y a la vez inconsciente de que está por morir. Yo estaba en el pico y era mi momento de reflexionar sobre lo que estaba por venir, sobre el hombre al que yo amaba...
A la edad de siete años tomé una decisión que marcó mi vida y dos años después pagué por la decisión que tomé. Desde entonces vivo con el terror de tomar la decisión equivocada y que al final, yo pague el precio de mi imprudencia. Cuando decidimos seguir a nuestro corazón y no a nuestra lógica, cuando no queremos conformarnos con lo que se nos ofrece, a veces se nos va un peso de encima y encontramos por lo menos, por un instante la tan anhelada paz. Pero como es un juego de 50/50 también tenemos la mitad de la posibilidad de que todo se derrumbe y las cosas por las cuales luchamos, se vayan a la muy mierda sin retorno.
Yo abandoné a mi papá a los 7 años y siempre me he preguntado, si yo me hubiera quedado con él tal vez no me tocara recordar cada año que ocho días después de mi cumpleaños a él le quitaron la vida, por meterse con la mujer equivocada. Quizás si yo me hubiera quedado, él habría dejado de beber. Quizás si yo me hubiera quedado, actualmente tuviera 66 años y no 19 de haberse marchado. O quizás el destino habría actuado con crueldad y nada que yo pudiera haber hecho diferente volcaría un efecto mariposa sobre nuestros futuros, quizás lo que pasó era lo único que podía haber pasado pero me resisto a creerlo. Aun no puedo soportar la idea de que aquello, no fue mi culpa.
¿Cómo se vence la probabilidad cuando es una contra un millón? Te mantienes fuerte, racional y es impensable rendirse pero la realidad, es que sin importar lo que hagamos no podemos evitar el destino de alguien a quien amamos, por mucho que lo intentemos y luchemos por controlarlo todo... cuando todo está dicho y hecho, no podemos hacer nada.
Porque la mayoría de las veces las cosas están mas allá de nuestras manos, porque todos tenemos libre albedrío y somos responsables de nuestras decisiones.
Yo solo quería salvarlo, de él mismo y de sus decisiones. Quería tener la posibilidad de resarcirme y salvar a alguien en la misma racha de mala suerte, por eso elegí quedarme con él sabiendo lo que sabía. Todos hacemos cosas de las que no nos sentimos orgullosos, nadie es perfecto pero ¿cómo vivimos con eso? ¿cómo continuamos sabiendo que pudimos haber hecho las cosas mejor? Yo necesitaba salvarlo de una vida auto destructiva, necesitaba que no se repitiera la historia y nos hice daño a ambos en el intento.
¿Es suficiente una disculpa? ¿puede una disculpa sanar nuestras heridas, curar todo lo que nos duele y perdonar el daño que hemos causado? No, no puede, ahora lo sé. No hay necesidad de que las flores marchiten o que el cielo esté nublado como a punto del llanto, definitivamente hay días en que el amor muere, aunque a su alrededor hayan cosas realmente bellas. El amor muere, desaparece, a la gente buena le pasan cosas malas, la gente cambia y aun a pesar de eso, las probabilidades puede que estén a nuestro favor o no.
Y de lo único que puedo estar segura, es que voy en picada. Viviré o moriré. Quiero saberlo, aunque me de miedo saberlo. ¿Lo que hay en mi corazón es suficiente para seguir?, ¿la lucha perdida me llevará hasta el fondo?, ¿seré fuerte o me voy a derrumbar?, no lo sé. La ignorancia es dicha.
A la mañana siguiente me levanté desbordando de felicidad, el punto más alto de la montaña de mis sentimientos, la felicidad inigualable y la seguridad absoluta de que todo iba a salir bien, que esta vez si íbamos a conseguirlo, que nada nos podría salir mal pero, ¿quién puede luchar contra las probabilidades?
Me di cuenta cuando la euforia bajó, que me encontraba en el famoso "pico", ese mismo que algunas personas en estado de coma presentan justo antes de que todo empeore y se vaya abajo. El enfermo despierta del coma, sonríe, es feliz, comparte con otros filosofías sobre la vida, es optimista y a la vez inconsciente de que está por morir. Yo estaba en el pico y era mi momento de reflexionar sobre lo que estaba por venir, sobre el hombre al que yo amaba...
A la edad de siete años tomé una decisión que marcó mi vida y dos años después pagué por la decisión que tomé. Desde entonces vivo con el terror de tomar la decisión equivocada y que al final, yo pague el precio de mi imprudencia. Cuando decidimos seguir a nuestro corazón y no a nuestra lógica, cuando no queremos conformarnos con lo que se nos ofrece, a veces se nos va un peso de encima y encontramos por lo menos, por un instante la tan anhelada paz. Pero como es un juego de 50/50 también tenemos la mitad de la posibilidad de que todo se derrumbe y las cosas por las cuales luchamos, se vayan a la muy mierda sin retorno.
Yo abandoné a mi papá a los 7 años y siempre me he preguntado, si yo me hubiera quedado con él tal vez no me tocara recordar cada año que ocho días después de mi cumpleaños a él le quitaron la vida, por meterse con la mujer equivocada. Quizás si yo me hubiera quedado, él habría dejado de beber. Quizás si yo me hubiera quedado, actualmente tuviera 66 años y no 19 de haberse marchado. O quizás el destino habría actuado con crueldad y nada que yo pudiera haber hecho diferente volcaría un efecto mariposa sobre nuestros futuros, quizás lo que pasó era lo único que podía haber pasado pero me resisto a creerlo. Aun no puedo soportar la idea de que aquello, no fue mi culpa.
¿Cómo se vence la probabilidad cuando es una contra un millón? Te mantienes fuerte, racional y es impensable rendirse pero la realidad, es que sin importar lo que hagamos no podemos evitar el destino de alguien a quien amamos, por mucho que lo intentemos y luchemos por controlarlo todo... cuando todo está dicho y hecho, no podemos hacer nada.
Porque la mayoría de las veces las cosas están mas allá de nuestras manos, porque todos tenemos libre albedrío y somos responsables de nuestras decisiones.
Yo solo quería salvarlo, de él mismo y de sus decisiones. Quería tener la posibilidad de resarcirme y salvar a alguien en la misma racha de mala suerte, por eso elegí quedarme con él sabiendo lo que sabía. Todos hacemos cosas de las que no nos sentimos orgullosos, nadie es perfecto pero ¿cómo vivimos con eso? ¿cómo continuamos sabiendo que pudimos haber hecho las cosas mejor? Yo necesitaba salvarlo de una vida auto destructiva, necesitaba que no se repitiera la historia y nos hice daño a ambos en el intento.
¿Es suficiente una disculpa? ¿puede una disculpa sanar nuestras heridas, curar todo lo que nos duele y perdonar el daño que hemos causado? No, no puede, ahora lo sé. No hay necesidad de que las flores marchiten o que el cielo esté nublado como a punto del llanto, definitivamente hay días en que el amor muere, aunque a su alrededor hayan cosas realmente bellas. El amor muere, desaparece, a la gente buena le pasan cosas malas, la gente cambia y aun a pesar de eso, las probabilidades puede que estén a nuestro favor o no.
Y de lo único que puedo estar segura, es que voy en picada. Viviré o moriré. Quiero saberlo, aunque me de miedo saberlo. ¿Lo que hay en mi corazón es suficiente para seguir?, ¿la lucha perdida me llevará hasta el fondo?, ¿seré fuerte o me voy a derrumbar?, no lo sé. La ignorancia es dicha.
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