Sólo tenia 16 años cuando conocí a mi primer amor.
Puedo decir sin temor a equivocarme que lo reconocí desde el primer día, ese noviembre en el que el destino quiso que nuestras miradas se cruzaran, han pasado algunos años y aun se me sonrojan las mejillas al recordar.
Hyundai azul, dos puertas, Niche de fondo, un pino colgando del retrovisor, cuadernos en el asiento trasero, en pocas palabras la calabaza hecha carruaje para mi príncipe, mi príncipe de las pestañas risueñas y el tatuaje de payaso en la pierna, el que mostraba con orgullo la replica del anillo de bodas de sus padres, ese niño en el cuerpo de un hombre de 24 años, ese del que me enamoré cuando aun colgaban ganchitos de colores de mi infantil cabellera, ese que me enseñó lo que es ser amada, protegida y mimada, ese era mi primer amor.
Soy la única que sabe la historia completa y no doy mas detalle, porque ese era un best seller para dos, una historia de esas que se recuerdas con una taza de té, viendo el atardecer en algún mirador sobre lo alto de la ciudad, con la chamarra y los abrazos de quien nos quiera en la actualidad, porque el recuerdo de un amor perdido es un frío que quebranta hueso y siempre es necesario un soporte que no permita que se rompa nunca más nuestro corazón.
Lo que más me gusta de ese primer amor que hoy recuerdo, es que reí siempre mucho y quizás ese fue mi premio de consuelo antes del final, no me rompieron el corazón (al menos no adrede), fue gracias a ese primer amor que supe para que servia el alma y por eso hoy, a sus 34 años, hoy que no esta, hoy que puedo ver el cielo sin llorar, hoy que la luna me consuelo en días de invierno, hoy lo recuerdo con todo mi amor porque fue la primera persona que me motivo a pensar en todo lo que mi corazón tiene para dar.
Camino de luz y de amor, besos mi Flaco.
Puedo decir sin temor a equivocarme que lo reconocí desde el primer día, ese noviembre en el que el destino quiso que nuestras miradas se cruzaran, han pasado algunos años y aun se me sonrojan las mejillas al recordar.
Hyundai azul, dos puertas, Niche de fondo, un pino colgando del retrovisor, cuadernos en el asiento trasero, en pocas palabras la calabaza hecha carruaje para mi príncipe, mi príncipe de las pestañas risueñas y el tatuaje de payaso en la pierna, el que mostraba con orgullo la replica del anillo de bodas de sus padres, ese niño en el cuerpo de un hombre de 24 años, ese del que me enamoré cuando aun colgaban ganchitos de colores de mi infantil cabellera, ese que me enseñó lo que es ser amada, protegida y mimada, ese era mi primer amor.
Soy la única que sabe la historia completa y no doy mas detalle, porque ese era un best seller para dos, una historia de esas que se recuerdas con una taza de té, viendo el atardecer en algún mirador sobre lo alto de la ciudad, con la chamarra y los abrazos de quien nos quiera en la actualidad, porque el recuerdo de un amor perdido es un frío que quebranta hueso y siempre es necesario un soporte que no permita que se rompa nunca más nuestro corazón.
Lo que más me gusta de ese primer amor que hoy recuerdo, es que reí siempre mucho y quizás ese fue mi premio de consuelo antes del final, no me rompieron el corazón (al menos no adrede), fue gracias a ese primer amor que supe para que servia el alma y por eso hoy, a sus 34 años, hoy que no esta, hoy que puedo ver el cielo sin llorar, hoy que la luna me consuelo en días de invierno, hoy lo recuerdo con todo mi amor porque fue la primera persona que me motivo a pensar en todo lo que mi corazón tiene para dar.
Camino de luz y de amor, besos mi Flaco.
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