Bajo las sabanas las horas no contaban, no sabia si ya había acabado la pólvora o si los abrazos seguían a la orden de la noche, como dije anteriormente las horas no contaban desde el momento en que las sabanas se volvían el refugio contra la jornada de otro día trivial, de otro día del año común y corriente que solo servía para extrañar.
Susan tenia listo el equipaje: su cama, un par de libros, una taza inagotable de café, un álbum con todos sus recuerdos y la música de fondo apabullando la tristeza desde una esquina de esa tenue habitación, en el momento en que sus fantasmas hicieran acto de presencia el viaje a las navidades pasadas sería el premio a otro año muy bien cumplido. Era noche buena y Santa Claus no la visitaría una vez más. En el fondo, a sus veinte y tantos era una niña asustada que siempre había contado con el privilegio de tener el primer lugar en la lista de traviesos y como no iba a serlo, si los huérfanos siempre se portan mal.
La colección musical era sorprendente, una tras otra cada canción su vida narraba; desde vida loca y un poco de Sinatra,, pasando por Domingo Quiñones, Maelo y hasta La Ley cada canción era una sonrisa, una lagrima, un recuerdo, un milagro navideño, una resignación... Era la música de fondo perfecta para su imaginación.
Cada fantasma había hecho su respectiva aparición y traía consigo una serie de recuerdos de cada esperanza, de cada lección, de cada circunstancia, de cada milagro vivido, del privilegio de haberlos conocido y sin importar que Santa Claus nunca viniera, el viaje a las navidades pasadas era suficiente compensación.
El primer fantasma le recordaba a su padre, tan grande, tan fuerte, tan lleno de convicción. La abrazaba y le mostraba a una pequeña Susan, con un vestido de marinero, corriendo de un lado a otro... cuando en los niños buenos aun la podían contar. El segundo fantasma se parecía a su hermano mayor, la hacia sentir protegida, la abrazaba y desaparecía toda mala sensación. Pero el tercer fantasma, era ese que se parecía a su gran amor, el que le mostraba que los recuerdos también acompañan pero le recordaba el milagro que es el amor.
Uno tras otro le contaban cuentos, bailaban a su lado y la acompañaban a orar, pidiendo por otra navidad en donde juntos pudieran estar.
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