"Es casi un suicidio esta locura de querernos a escondidas...-" -CanelaSiete de la noche menos un cuarto, sentados uno junto al otro viendo la luz de la habitación continua reflejada sobre el cristal sucio que contaba ya varias lunas sin chocar contra su piel, ni arrullaba sus besos feroces, ni media el largo de su cabellera, ni era el mirador de los curiosos... Hace mucho que el cristal continuo solo lograba estar sucio y atrapar la luz.
El calor corporal aumentaba incuestionablemente sin poder siquiera tener la astucia de un toque sin razón, sin tener el permiso de tocarse más allá que con sus ojos... Frialdad al tacto mientras el corazón estallaba en erupciones sin limites.Una charla sobre lo mismo, con un trasfondo de honestidad... Es lo único que queda cuando ya no hay nada.
Risas, sonrisas, canciones... ¿acaso cabria la posibilidad de ser atrevidos una vez más? de estrellar sus cuerpos ilusos a la esquina de siempre, mientras la boca no es suficiente para decirse lo que su orgullo les calla, mientras la sangre recorre a toda velocidad contando que el corazón congelado tiene vida otra vez...
El silencio solo es profanado por la voz de John Waite susurrando missing you y ni siquiera la respiración de ambos se deja sentir... están muertos en vida.Tienen cada uno a su lado la fuente de su salvación y aun así la soledad sigue menoscabando en los ojos de cada uno deseando llegar hasta el alma.
Son las siete menos cinco, una vez más los roedores recorren la habitación y hay un toque desesperadamente valiente tras la espalda de la mujer que le va a amar por lo que le quede de vida, una sonrisa indiscreta por fin ilumina su rostro pero no pasa más... ¡Que maldito suicida! ¿Quién habría de morir negándose un toque sensual de quien le corresponde, por orgullo simplemente? ¿Quién se sacrificaría ante esa tortura?
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