Cuando eres un niño o niña de apenas 4 ó 5 años, que sé yo, la imaginación vuela y te imaginas siendo el astronauta que llega a Plutón (aunque en ese momento ni siquiera sabes como se llama, sólo ves el planeta chiquito y sabes que quieres estar ahí). Te vistes de medico y vas diagnosticando enfermedades con nombres extraordinarios, las curas con besos y abrazos, recetas uno que otro caramelo, pides como recompensa un nuevo estetoscopio (aunque tampoco sabes como se llame, solo quieres ser un prominente doctor) y pasas de paciente en paciente dentro de tu propia casa.
Ojalá alguien me hubiera dicho que es difícil crecer.
Ahora que tengo veinte y tantos (los suficientes para esconderlos con un "y tantos") veo la inocente niña que corría tras su papá pidiendo un cuento, jugando al caballito y quisiera volver porque la lista enumerada de cosas que nadie me dijo, me comienza a molestar lo suficiente como para pensar en volver atrás.
Para comenzar nadie me dijo que la escuela era dura, que sobrevivir en la escuela seria casi parecido a sobrevivir en una jungla, nadie me dijo que debía ser fuerte y aprender a sacar ventaja de mis defectos porque ¡valgame Dios! el mundo entero iba utilizarlos en mi contra.
Nadie me dijo que EL AMOR DUELE si me lo hubiesen explicado con signos de puntuación seguro me habría mantenido entera lo suficiente, ojala alguien me hubiera dicho que los príncipes azules no existen y que en su lugar conoces uno que otro plebeyo desteñido con guerras fallidas a favor y en contra... ¡Ojala me lo hubieran dicho!
Nadie me dijo que no debes sentarte a esperar por flores, en realidad doy fe que me dijeron todo lo contrario, hasta el día en que me canse y fui y planté mi propio jardín. Nadie me dijo con vehemencia que la critica más importante debía ser la mía, pero que la de los demás sirve para equilibrar la balanza... la objetividad no es mi fuerte.
Nadie me dijo que los libros podían frustarme, enojarme, consumirme, alegrarme y maquillarme el mundo en conjunto con mis deseos... Que bueno que no lo hicieron, en mis libros el mundo es perfecto.
Nadie me dijo que no había recetas mágicos para la vida, que ninguna genio iba a venir a concederme deseos y que por más que toque madera siempre me va a suceder, lo que me deba suceder y sobre todo nadie me dijo que mis experiencias en esta guerra perdida que llevo con la vida me iban a servir para que un día cualquiera como hoy, ya sin lápiz y papel yo iba a tener la inspiración suficiente para agradecer que nunca nadie, me dijo nada...
Ojalá alguien me hubiera dicho que es difícil crecer.
Ahora que tengo veinte y tantos (los suficientes para esconderlos con un "y tantos") veo la inocente niña que corría tras su papá pidiendo un cuento, jugando al caballito y quisiera volver porque la lista enumerada de cosas que nadie me dijo, me comienza a molestar lo suficiente como para pensar en volver atrás.
Para comenzar nadie me dijo que la escuela era dura, que sobrevivir en la escuela seria casi parecido a sobrevivir en una jungla, nadie me dijo que debía ser fuerte y aprender a sacar ventaja de mis defectos porque ¡valgame Dios! el mundo entero iba utilizarlos en mi contra.
Nadie me dijo que EL AMOR DUELE si me lo hubiesen explicado con signos de puntuación seguro me habría mantenido entera lo suficiente, ojala alguien me hubiera dicho que los príncipes azules no existen y que en su lugar conoces uno que otro plebeyo desteñido con guerras fallidas a favor y en contra... ¡Ojala me lo hubieran dicho!
Nadie me dijo que no debes sentarte a esperar por flores, en realidad doy fe que me dijeron todo lo contrario, hasta el día en que me canse y fui y planté mi propio jardín. Nadie me dijo con vehemencia que la critica más importante debía ser la mía, pero que la de los demás sirve para equilibrar la balanza... la objetividad no es mi fuerte.
Nadie me dijo que los libros podían frustarme, enojarme, consumirme, alegrarme y maquillarme el mundo en conjunto con mis deseos... Que bueno que no lo hicieron, en mis libros el mundo es perfecto.
Nadie me dijo que no había recetas mágicos para la vida, que ninguna genio iba a venir a concederme deseos y que por más que toque madera siempre me va a suceder, lo que me deba suceder y sobre todo nadie me dijo que mis experiencias en esta guerra perdida que llevo con la vida me iban a servir para que un día cualquiera como hoy, ya sin lápiz y papel yo iba a tener la inspiración suficiente para agradecer que nunca nadie, me dijo nada...
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