De repente paseando por la calle, un espejo me retuvo en mi reflejo mas tiempo del normal. Me pareció sorprendente la cantidad de tiempo que le dediqué a observar cada faceta de mi rostro y a sonreirme con desdén y malicia.
Me encanto encontrar un par de ojos cafés centellantes que se movían curiosos pero que contaban historias sorprendentes de la vida recorrida y de los sueños que se llevo el tren. Me encontré también unas mejillas inocentes que escondían los hoyuelos, ingratos hoyuelos que un dia se escondieron.
Pero al bajar un poco, me detuve a la altura de mis labios y sonreí... Sonreí por darme cuenta de cada cicatriz que contenían, de cada beso roto en ellos, de cada mordida inesperada recibida, de todas las palabras dichas... De tantos silencios guardados.
Si me enamoré de mi, definitivamente fue por ellos, por esos labios rotos que se a semejaban a mi corazón... Que relataban con desgano y resignación la belleza de la vida, vida que podía ser buena o mala y que estaba tatuada en ese par de labios.
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