Luego de una larga espera en la
banca de un parque, me atreví a mirar más
lejos y en la dirección que mi nariz apuntaba; me sentía desconcertada, anonadada,
admirada y preocupada ¿sería posible que la vida, realmente cambiara de un
momento a otro? ¿Sería posible que el futuro podía dejar de vislumbrarse tan
hermoso como en los sueños de cualquiera aferrado a esta vida?
No había más que preguntar, mis
ojos ya no querían llorar, era tarde y nada podía hacer ya. La vida me estaba cobrando lo que aún no había
podido disfrutar.
Y quedándome tan poco por luchar comencé
a observar aquellas cosas que antes y si no fuera por esto jamás habría podido
captar. Mire al cielo y me percate que las nubes forma podían tener, imagine que
hasta en algodón de azúcar las podía transformar, esto me hizo sollozar.
Vi más lejos y encontré el llanto
de un niño, socorrido por su madre. Entendiendo ese lenguaje mudo que no se
explica más que con miradas y lágrimas fugaces, deseosas de atención. Baje la
mirada con recelo pues de nuevo recordé que de esto jamás me hubiera enterado si tuviera el tiempo que me faltaba hoy.
Seguí mirando, observando, viendo
a la gente correr. Gente que como yo no se detiene a pensar que el ir muy
deprisa pasa factura, que si no es hoy cuando
nos damos cuenta que la vida es muy bella, puede que sea muy tarde
cuando se nos cobre el precio con
semejante infortunio. Seguí mirando y sonriendo, viendo lo que me restaba de vida
pasar… el cielo me observaba a mí y al no poder ayudarme, conmigo comenzó a
llorar.
Comentarios