Uno nunca esta preparado para dejar ir a la mitad de su vida, pero lo hice y esta es quien soy, después de ti...
Después de ti aun llevo en mi cartera café colgada por un lado, la poca inocencia que le quedó a mi cuerpo luego de tus besos, aun me levanto temprano los domingos para repasar una a una las canciones que le dan vida a mi alma. Llevo el mismo collar que presagia cambios en mi vida y a un costado, mi corazón convertido en dos pedazos de envejecida dignidad.
Aun tomo el café fuerte, espeso y amargo... como me enseñaste.
Voy riéndome de la vida y de todos, aun me frustran las causas perdidas, sigo atenta al cambio de la luna y me da miedo que las estrellas escriban mi suerte. Las estrellas siempre tuvieron razón sobre nosotros, eramos fugaces, demasiado iguales para una sola eternidad, demasiado fuertes juntos, demasiado de nosotros para un solo universo.
Después de ti, era imposible ser la misma y aunque todo parezca igual sé muy bien que no lo es, ni lo será jamás. Me enseñaste a no decir groserías con la misma boca que te besaba hasta sonreír, ya no lo hago... No a consciencia. Me enseñaste a ver las cosas a profundidad. Me enseñaste a aguantar hasta llegar a casa, en todos los sentidos posibles. Me enseñaste a bailar hasta las cinco de la mañana, sin música, solo nosotros, en alguna habitación. Me enseñaste que menos, siempre será más... Me enseñaste a irme sin volver.
Después de ti, soy absoluta, plena, auto suficiente. Soy lo que se espera en una mujer que sabe para que sirve el amor, la vida y la libertad. Después de ti, sonrío los domingos cuando cae el sol. Los lunes agradezco poder hacer lo que amo y, volverte a ver.
Después de ti, me queda en la consciencia lo aprendido. Lo que me enseñaste y lo que aprendí por mi misma, al verte marchar. Maestro, me enseñaste a besar... Y a ser libre dentro de cuatro paredes.
Y lo más importante que me pudiste enseñar Maestro, después de ti, es que sin ti o contigo, yo sé lo que es amar.
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